viernes, 27 de julio de 2007

Un cubata de agua salada




¿Podéis imaginar un autobús lleno a rebosar de tíos fibrosos vestidos únicamente con unos minúsculos bañadores de esos de nadar?

No, no penséis mal. No se trata del argumento de una película gay ni del sueño erótico de Alberto de Mónaco. No.

La escena, para incredulidad de los ojipláticos viandantes de la zona, se produjo el pasado domingo en la ciudad de Valencia.

La legión de marcapaquetes, marcados todos ellos con grandes números en sus brazos, no eran más que los participantes en la XV edición de la travesía a nado del Puerto de Valencia recorriendo, como anchoas en una lata, los dos kilómetros que separaban la meta de la salida.

A pesar del apelotonamiento de humanidad existente dentro del buseto, el ambiente era completamente festivo. Se oían risas, bromas y algún que otro grito divertido. Caras alegres y algunos nervios.

Y en mitad de la escena, pasando completamente inadvertidos para los demás, dos tipos ojerosos, resacosos y con aliento a tabaco, whisky y mala vida se preguntaban de alguna manera que cojones hacían ahí metidos.

Sí. He de confesar que mi debut en esto de las travesías llegó precedido de una noche en las fiestas de Alzira, de unos cigarros, unas cervezas, unas copas y menos de tres horas de un sueño inquieto en cama prestada. Todo un privilegio comparado con la hora escasa que durmió mi compañero de aventura y amigo Joserín de los bosques.

Hay por ahí quien incluso asegura que se me pudo ver en un concierto de un tal David Bisbal la noche de autos. Por supuesto se trata, sin ningún genero de dudas, de una confusión o incluso de una falacia malintencionada.

“¡¡DOS MINUTOS PARA LA SALIDA!!!” gritó la mujer del megáfono.

Comparado con lo nervioso que estaba el día que tuve que nadar en el lago de la casa de campo para el triatlón por relevos me encontraba muy tranquilo a estas alturas de la película. Y eso que la distancia era bastante más del doble.

Si algo bueno tienen las resacas es que te rebajan los biorritmos hasta dejarte próximo a la sedación. La resaca gorda, en cualquiera caso, tenía bastante más que ver con la borrachera de la noche del viernes en Madrid que con las fiestas de Alzira de unas horas antes. El fin de semana había sido "perfecto" para enfrentarse a un nuevo reto deportivo. Más insano imposible.

“¡¡15 SEGUNDOS!!”

“Al lío. Ya no hay marcha atrás. Este pinchazo que tengo al respirar debajo de las costillas en el costado derecho no creo que sea nada grave”, pensé mientras me tiraba al agua.

Agobio. Sí. Sentí agobio en las primeras brazadas. Esa es la palabra. Agobio.

Estaba atascado. La respiración no iba acompasada con el braceo. La cosa no iba bien.

Pasados unos minutos y, tras percatarme de que me estaba quedando a cola de pelotón, analicé la situación y me di cuenta de que era simplemente una cuestión psicológica.

“¡¡Relájate coño!!, que esta distancia la has nadado en piscina un montón de veces en las últimas semanas. ¿Qué más da que esto sea el mar y que allí debajo se muevan cosas no identificadas?”

Y me relajé.

Y le pillé el ritmo a la respiración.

Y me aticé de golpes con otros nadadores.

Y cambié de rumbo cincuenta veces por serios problemas de orientación.

Y me sentí increíblemente bien nadando en agua salada.

Y mucho antes de lo esperado llegué a la meta.

Y vi a Josero.

Y una vez más fuimos felices con una nueva experiencia deportiva.

Y me prometí a mi mismo que esto hay que repetirlo muchas veces.


viernes, 13 de julio de 2007

Dolores, lolita, lola

“Hoy me he levantado dando un salto mortal, he echado un par de huevos a mi sartén, dando volteretas he llegado al baño, me he duchado y he despilfarrado el gel.....”

Así empezaba una famosa canción de los Hombres G de finales de los 80. La verdad es que yo nunca me he levantado dando un salto mortal ni con las más mínimas ganas de dar volteretas.

En realidad creo que desde que tengo memoria y uso despertador las primeras palabras del día casi siempre van dirigidas hacia él. No sería bonito para este querido blog reproducirlas aquí pero ya aviso que son de "hijodeputa" para arriba.

Pero desde que hace ya unos cuatro años me dio por correr, a este ritual de exabruptos mañaneros, se le ha añadido otra frase diaria que acompaña a mis primeros pasos, ya una vez fuera de la cama. Sería algo así como:

“Lamadrequemeparió, ¡¡¡como me duelen las patas!!!”

Cuando eres corredor habitual te acostumbras a medir las distancias y sabes perfectamente que de tu casa al semáforo de la esquina hay 1.200 metros o que la vuelta al parque de turno tiene 5.200 metros. Y te acostumbras a visitar tiendas de zapatillas y ropa deportiva. Y dejas de medir la velocidad en km/h y pasas a hacerlo en min/km. Palabras como “series”, “progresivos” o “pulsaciones por minuto” forman parte de tu vocabulario cotidiano.

En fin, la lista podría ser eterna. Pero iré al grano. Una de las cosas a las que uno se acostumbra, que acepta como algo normal y con lo que convive a diario es el dolor de piernas.

Unos días es más intenso y otros menos. A veces es casi inapreciable. Pero por norma general:

- Si ayer hiciste series, hoy, al subir las escaleras de la oficina, las patas te duelen horrores.
- Si ayer hiciste un rodaje largo de dos horas, hoy tus piernas te lo recordarán cada vez que pises el embrague de tu coche.
- Si hoy es lunes, y este fin de semana has corrido una carrera popular con el cuchillo entre los dientes, tus compañeros de curro te preguntarán constantemente porque andas de esa manera tan rara mientras sueltas leves quejidos entredientes.

Esta lista también podría ser larga pero nuevamente iré al grano.

El tema se complica seriamente cuando a uno (a mi en este caso) le da la tontería de que quiere preparar un triatlón. En ese caso los deportes a entrenar se multiplican por tres y los dolores, consecuentemente, también.

Antesdeayer estrené mi flamante bicicleta de carretera, que me compré la pasada semana, haciendo 41 kilómetros que incluían dos subidas a garabitas y una a la salida de Somosaguas de la Casa de Campo. Las sensaciones, teniendo en cuenta que nunca jamás me había subido a una bici de estas, fueron inmejorables. Pero obviaré los detalles e iré a lo que nos ocupa.

Hoy tengo un fantástico dolor de culo por el tema del sillín. Eso sí, nada comparado con el dolor que tengo en cuadriceps y espalda.

La tercera pata del banco es la natación. Teniendo en cuenta que en poco más de una semana me voy a Valencia a nadar una travesía por el mar, estos días le he dedicado especial atención a la piscina. Desde el pasado domingo me he metido 10.000 metros nadando. Bonita cantidad que me ha dejado completamente doloridos hombros, brazos y dorsales.

Y teniendo en cuenta también que, debido a la paliza a correr que nos metieron ayer en la CdC los tapieros del amigo Lloz, hoy es uno de esos días en que las piernas duelen de verdad, pues.....

Pues eso. Que me duelen las patas. Me duelen los brazos. Me duelen los hombros. Me duele la espalda. Me duele la cadera. Me duele el culo..... Y no me duele la po.... porque uno ya no tiene tiempo ni para “eso”.

Y a pesar de todo me siento bien. Me encantan estos “dolores”.

¿Es esto masoquismo en estado puro? ¿Qué será lo siguiente? ¿Me compraré un látigo y me atizaré en la espalda hasta dejarla en carne viva? ¿Me arrancaré las uñas con unas pinzas antes de que se me caigan de correr?

UFFF, un oscuro futuro nos espera..... :-D