sábado, 8 de diciembre de 2007

Missing you




Dice el diccionario de la Real Academia de la lengua española que sorprender es “conmover, suspender o maravillar con algo imprevisto, raro o incomprensible” y su acción y efecto es la “sorpresa”.

Así pues, entonces, puedo decir sin temor a equivocarme que lo que ayer me esperaba al llegar a casa era una sorpresa.

No le esperaba. No había avisado de su visita. Pero lo cierto es que allí, en el sótano de mi casa, estaba él.

Le encontré raro. Cambiado. No parecía el mismo David que yo conocía.

Le pregunté por Claire.... por Ruth...por Nate... pero ningún caso me hizo. Se empeñó en hablarme de su nueva vida en Miami, de su nuevo trabajo, de su nueva novia.... pero ni rastro de su familia. Esa familia a la que tanto quise.

No recuerdo con exactitud el día que les conocí. De lo que si estoy seguro es de que fue mi admirado Boyero quien me los presentó un gris domingo de enero.

Desde luego no fue un amor a primera vista. Aquel acercamiento inicial fue frío, distante...

En honor a la verdad debo decir que tampoco era un momento fácil para ellos. El padre de familia, Nathaniel, acababa de morir en accidente de tráfico y cada uno de ellos estaba tratando de reconstruir sus propios cimientos.

Pero a partir de aquel dolor me fui acercando poco a poco hasta ellos y poco tiempo hubo de pasar para que aprendiera a quererles como si de mi propia familia se tratara.

¡¡Ufff!!, ni sé la cantidad de noches que pasamos aprendiendo a conocernos. Ellos me enseñaron tanto...

Me hablaron de las absurdas y desfasadas creencias sociales. Me hablaron de la hipocresía de la sociedad. De los estúpidos que se empeñan en ser infelices. Y del amor. Y de la vida.

Sí, eso. Me enseñaron a vivir.

Y sobre todo me hablaron de la muerte.

Sí, de la muerte. Me hablaron de la vida a través de la muerte.

Pero como todo lo bueno tiene un final (eso también lo aprendí con ellos) un día se marcharon por el mismo sitio por donde habían venido.

Y supe que ya nunca volverían.

Y supe que tendría que aprender a vivir sin ellos.

Echándoles de menos.