jueves, 29 de marzo de 2007

¿Por qué Esparta?




No sé exactamanete cuando ni porque nació mi particular fascinación por la II guerra mundial y por lo bélico en general. Pero sí sé que de mi batalla favorita, Stalingrado, y de la obsesión de Hitler por convertirla en las Termópilas de la era moderna me viene mi fascinación por Esparta, la polis con los mejores guerreros de la antigua Grecia.

Si las principales ciudades-estado griegas (Tebas, Atenas, Corinto, Argos...) se interesaron por el arte, el derecho, la agricultura y la ciencia a Esparta lo único que siempre le interesó fue el arte de la guerra. La sociedad espartana buscaba conseguir guerreros perfectos y aquellos que no estuvieran preparados para serlo no valían para formar parte de ella. Llegaban al extremo de arrojar a un acantilado a los niños que nacían enclenques o con alguna tara física. No valían para el campo de batalla.

Los guerreros eran formados desde la más tierna infancia a base de duros y constantes entrenamientos. Muchos de ellos nunca llegaban a ver el campo de batalla porque morían durante alguno de ellos. Se buscaba guerreros que no conocieran la palabra miedo ni la palabra dolor. Construían hombres con músculos y mentes de acero.

Nunca tuve la intención de hacer este blog. Pero cuando aquel día entré en el de la Sylvie y por simple curiosidad el puntero de mi ratón pinchó encima de “crear un blog” tuve que decidir como quería llamarlo. Pensé sobre lo que podría escribir en él y la conclusión fue que seguramente escribiría, fundamentalmente, de las cosas del correr. Y pensé que mi blog debería llamarse Esparta.

Y es que siempre he encontrado un paralelismo entre el guerrero espartano y el corredor popular. Para nosotros el campo de batalla es la carrera del domingo. Y en los entrenamientos cambiamos escudo y lanza por zapatillas y pulsómetro.

En esa especie de fantasía casi infantil encuentro en múltiples ocasiones la motivación para salir a entrenar o para finalizar un entrenamiento duro cuando la mente me pide a gritos que lo deje ya y me vaya para casa. Pienso en que un guerrero de Esparta no siente dolor, ni cansancio, ni miedo ni compasión de si mismo. Un guerrero de Esparta sufre entrenando para cuando llegue la batalla estar preparado. Y mientras sigo corriendo soy capaz de imaginarme a mi mismo con el escudo y la capa escarlata sobre mis hombros.

Es por eso que este blog se llama “Un lugar llamado Esparta”

Y seguramente tú, que estás leyendo esto, eres un espartano. Un espartano de la carrera a pie. O del trabajo. O del amor. O de la vida.

Mientras tengas una Esparta por la que luchar seguirás teniendo un motivo para seguir viviendo intensamente cada día.

sábado, 24 de marzo de 2007

Fichando amigos




Hago el esfuerzo y no soy capaz de recordar cuando conocí por primera vez la existencia de ese club de atletismo llamado 4pipas. Ni siquiera recuerdo cuando conocí a cada uno de los amigos que lo componen. Y bien digo amigos, porque de eso se trata: un club de amigos que ponen esto del atletismo popular como excusa para verse, para pasar un rato juntos y disfrutar de esa afición en común que son las carreras.

Supongo que a veces uno no recuerda el momento en que conoció a ciertas personas porque aquel momento no fue importante en si mismo. La importancia se la das después cuando esas personas pasan, de una u otra manera, a formar parte de tu vida. Por eso, aunque no recuerdo cuando les conocí, sí recuerdo perfectamente los buenos momentos que he pasado con ellos. Recuerdo los dos viajes a Gredos, el cocido navideño en Chinchón, el viaje a Valencia para correr el maratón, la media maratón de Jadraque (Guadalajara), los dos maratones ekiden de San Sebastián de los Reyes donde las chicas quedaron campeonas de Madrid..... Y recuerdo otros muchos entrenamientos y carreras compartidos. Y muchas risas. Y cervezas. Y....

Lo cierto es que, aunque he sudado la camiseta del club en algunas ocasiones, yo no formaba, oficialmente, parte del mismo. Si he construido la frase anterior en tiempo pasado es porque eso ha cambiado.

Acabo de recibir en mi correo electrónico el acta de la última junta del club, donde en el segundo de los diez puntos del orden día, se trató el de la incorporación de nuevos miembros. Ahí aparece un servidor como uno de los cinco nuevos socios, lo que me llena de orgullo y satisfacción que diría el tío Juancar.

Forma parte de la naturaleza humana la necesidad de asociarse y de sentirse parte de un grupo. Y, como yo no estoy exento de eso, me ilusiona pensar que en el futuro no correré únicamente representándome a mi mismo sino también a la camiseta de MI club.

Decía Groucho Marx que nunca formaría parte de un club en el que aceptaran a tipos como él. Algo parecido he sentido hoy al enterarme de mi “fichaje” por el 4pipas. Ya que en lo deportivo no podré dar alegrías al club (dado mi escaso nivel atlético) espero por lo menos aportar algo en lo personal ya que, al fin y al cabo, simplemente están fichando amigos.

sábado, 17 de marzo de 2007

Santa Resaca Bendita



Lo de correr con resaca lleva camino de convertirse, para mí, en un misterio de proporciones similares a lo del triángulo de las Bermudas o las caras de Belmez.

Lo cierto es que este pasado jueves había quedado para salir por la noche a tomar un par de copichuelas y despejar un poco la mente. Después de trabajar el día entero pateando la vía del tren y conducir 322 kilómetros desde la estación de Linares-Baeza hasta mi casa, me encontraba lo suficientemente cansado como para quedarme tumbado en el sofá y dejar la salida nocturna para mejor ocasión.

Pero como hay cierta persona en este mundo a la que nunca soy capaz de decirle que no, me armé de valor y salí a cumplir con el compromiso adquirido. Mi idea era la de tomar algo rápido y volver pronto a la cama que me llamaba a gritos. Pero, una vez más, la noche se complicó y me atrapó en sus garras. Para cuando conseguí zafarme de ellas cuatro cervezas, tres whiskies y un cigarro habían encontrado cobijo en mi estómago, mis venas y mis pulmones.

No sé si en los museos de tortura, donde se exponen los objetos usados por Tomás de Torquemada y sus secuaces de la Inquisición, aparecerán despertadores como elementos capaces de provocar crueles sufrimientos a los seres humanos. Sospecho que no. Pero bien podrían formar parte de esa colección del horror en momentos como el de ayer a las 6:50 de la mañana.

El agudísimo pitido del diabólico cacharro, las menos de tres horas de incomodo sueño disfrutado, el fuerte dolor de cabeza y la perspectiva de un día de oficina me hundieron al más profundo de los avernos.

Lo malo de celebrar San Jueves es que San Viernes cede los honores a Santa Resaca.

Pasar nueve horas delante de un ordenador dentro de una oficina ya me parece, en si mismo, algo bastante difícil de soportar. Cuando lo condimentas con unas buenas dosis de dolor de cabeza, ganas de vomitar, sensación de mareo, sudores fríos y un inmenso sueño y cansancio la experiencia es absolutamente terrible.

Pero como no hay mal que cien años dure, llegaron, al fin, las cinco de la tarde y mi liberación laboral hasta el próximo lunes.

Tenía planeado que al salir del curro me acercaría a la pista de atletismo para hacer un entrenamiento de cuatro series de 2000. Sí, eso que llaman un 4x2000. Lo había planeado ayer en el coche, viniendo de viaje. Antes de que la noche y Santa Resaca se cruzaran en mi camino, por supuesto.

El cuerpo y la mente me pedían (me exigían a gritos más bien) que me fuera a casa a descansar y se reían de que, con ese mal cuerpo, me estuviera si quiera planteando cumplir con el entrenamiento previsto. En un alarde de fuerza de voluntad (o de locura, vaya usted a saber) decidí cumplir conmigo mismo, con mis zapatillas y con mis series y me presenté en la pista de Pozuelo. Las ganas de correr brillaban por su ausencia pero me convencí a mi mismo de que superar este tipo de situaciones son las que te endurecen como corredor y que así se forjan los verdaderos maratonianos. Ya se sabe, el rollo espartano y todo eso.

Mi habitual calentamiento de 20 minutos lo inicié con unas malísimas sensaciones (no podía ser de otra manera) y lo acabé pensando en que eso iba a ser un infierno. Me esperaban por delante veinte vueltas a la pista, seguramente el entrenamiento más duro que conozco y al que me enfrentaba por tercera vez en mi vida.

Pero increíblemente las sensaciones durante la primera repetición fueron bastante buenas y completamente sobrado paré el crono en 8:37. ¡¡¡No lo podía creer!!!
Dos minutos de recuperación y me lancé a por la segunda: 8:33.
Pensando en lo difícil que es explicar esto completé la serie con las otras dos repeticiones en 8:31 y 8:32 sin agonías, sin sufrimientos especiales. Diez minutos de enfriamiento y para casa con la impresión de haber volado sobre la pista.
Hasta ahora, en este tipo de sesiones no había bajado nunca en un 2000 de 8:40. Hace dos semanas, en infinitamente mejores condiciones físicas, solo pude bajar de los nueve minutos en dos de ellas.

¿Es posible encontrar alguna explicación al hecho de haber hecho mi mejor entrenamiento con esa resaca, habiendo dormido menos de tres horas, con dolor de cabeza, malestar.....?

Y la verdad es que no es la primera vez que me pasa. Tengo cerca de mi casa tres recorridos que hago habitualmente. En dos de ellos pulvericé mi propios records en condiciones resacosas similares a las de ayer.
La mejor media maratón que he corrido jamás fue el pasado mes de noviembre en Moratalaz en idénticas circunstancias. Aquel día solamente los problemas intestinales generados por el alcohol impidieron que rebajara mi marca en más de siete minutos.

¿Me bebo una botella entera de Bourbon la tarde antes del mapoma?

Bendita resaca. Santa Resaca bendita.

jueves, 8 de marzo de 2007

Englischer Garten



Creo que todos los que disfrutamos de la maravillosa afición de correr hemos sentido alguna vez la incomprensión de personas que nos rodean. A veces tratamos de responder a la pregunta de porque corremos o de intentar que comprendan lo plancentero que resulta. Pero todos aquellos que consideran el correr como algo masoquista, aburrido y sin sentido nunca podrán experimentar sensaciones tan increibles como las que hoy he tenido corriendo por el Englischer Garten.
Creo que desde que empecé a correr hace ya cuatro anhos, hoy ha sido el día que más he disfrutado.
La paz que se respiraba en el parque, el entorno, los árboles, el sonido de los patos, Clint Mansell en mis cascos, la respiración agitada, el sudor saliendo a chorros por todos los poros de mi piel.... esa sensación de libertad, de estar solo en el mundo.
Pensaba en que la vida está llena de contrastes. Varias horas antes mis oídos escuchaban 60.000 gargantas alemanas cantando en el Allianz Arena. Recordándolo aún se me pone la piel de gallina. El fútbol es grande incluso cuando ganan los malos.
Y pensaba en lo que habría sentido Unity Mitford cuando vino a este maravilloso lugar para quitarse la vida. La angustia que debió de sentir en el mismo sitio donde ahora yo disfrutaba de una sobredosis de endorfinas recorriendo mi cuerpo.