domingo, 13 de abril de 2008

Ironman, resaca y marlboro




Soñar es libre. Y gratis. Así que, ¿por qué no hacerlo?

Pues resulta que, como una reencarnación del mismísimo Martín Luther King, anoche tuve un sueño.

Soñé que acababa un Ironman.

Hace algún tiempo que no puedo evitar que mis dedos tecleen la palabra “ironman” cuando aparece la página de google en mi pantalla, que mis ojos busquen la portada de “finisher” al pasar por delante de un kiosko o que nombres como Eneko Llanos, Chris McCormack o Marcel Zamora ronden por mi cabeza.

Pensándolo fríamente la conclusión podría ser rápida y contundente: imposible.

¿Pero no dicen los de Adidas que “impossible is nothing”? Además, ¿acaso no era para mi igual de imposible acabar un maratón el día que, por primera vez, salí a la calle dispuesto a correr y aguanté la “estratosférica” cantidad de 8 minutos hasta que me paré asfixiado, colorado y con ganas de vomitar?

Pero el sueño no ha durado demasiado. El taladro que amenazaba con reventarme la cabeza me ha despertado temprano. Creo que ayer me pasé con el ron y los marlboros.

Esta maldita resaca amenaza con arruinarme el día. No paro de toser. Maldito tabaco.

Me preocupa el haber ido, poco a poco, bajando la guardia con ese fantástico vicio del fumar y haberme convertido en ex-exfumador. Vamos, antiguo exfumador o fumador propiamente dicho. Me jode pensar que él es más fuerte que yo y que sin darme cuenta me ha vuelto a conquistar para su causa.

Así que, mientras el taladro seguía girando a mil revoluciones por minuto, la parte de mi cerebro que aun se mantenía mínimamente operativa se preguntaba: “¿cómo podré vencer al Sr.Ironman si no soy capaz de hacerlo con el Sr.Marlboro?”

Roma no se conquistó en dos días. Paso a paso. Mi primer paso para derrotar al primero será hacerlo con el segundo.

La fecha del 12 de Abril del 2008 (inicio de un contador que pondré en este mismo blog) será el comienzo de la conquista de la batalla final que pronostico para el 2012.

martes, 8 de abril de 2008

Siempre nos quedará PARÍS




Bueno, pues aquí estoy delante del ordenador dispuesto a escribir la crónica de mi quinto maratón, el de París, mi segundo fuera de la piel de toro.

Un maratón en el que no he querido ni he sabido sufrir. Después de haber roto el crono hace unas semanas en Valencia tenía claro que a París iba a disfrutar del ambiente, de la ciudad, de correr junto a las Tullerias, de escuchar las pisadas de 70.000 zapatillas al tiempo que contemplaba el Arco del Triunfo, la plaza de la Concordia, la Bastilla, Notre Damme….

Ni siquiera pensaba haber escrito una crónica de esta carrera, pero finalmente he pensado que un maratón siempre lo merece.

No sé bien donde empezar este relato. Quizá en el viaje Lleida-Madrid del jueves por la noche estrenando cara de velocidad a bordo del flamante nuevo AVE. Tal vez en los agobios del viernes para alcanzar la feria del corredor directamente desde el Charles de Gaulle antes de que me cerraran el chiringuito.

Podía haber empezado con las risas que me pegué en la cena del viernes con los 16 amigos que nos juntamos en tres apartamentos de la ciudad de la luz para pasar cuatro maravillosos días.

O con los paseos por París del sábado….. o con el céntrico restaurante en el que cenamos, entre cervezas, risas y espaguetis, más de veinte personas.

Pero empezaré el domingo. El día de la carrera.

Nos despertamos sobre las 6 de la mañana. Había dormido apenas 5 horas pero del tirón, sin ningún problema de nervios ni nada de eso (ventajas de ir a los maratones a hacer turismo sin ninguna presión de lograr objetivos ni nada de eso).

Después de desayunar, colocar el dorsal y todas esas cosas que se hacen siempre antes de las carreras salimos del apartamento los 6 valientes camino del metro. La primera sorpresa desagradable del día fue la temperatura. ¡¡Que frío, lamadrequemepario!!!

También mención aparte merece la imagen de una gran ciudad despertándose mientras miles de tipos con zapatillas y plásticos salen de cada esquina, de cada portal, de cada vagón de metro… Corredores con caras de sueño mezclándose con gente que vuelve de la discoteca de turno. Al igual que me sucede con lo vivido en Berlín hace año y medio creo que ese contraste lo recordaré para siempre. Algo así como “La invasión de los runners”

Sin lugar a dudas el peor recuerdo que me voy a quedar de este día será el frío inhumano que pasé la hora previa a la salida. ¡¡Estaba helado!! ¡¡Congelado en vida!! Tanto es así que finalmente decidí no dejar absolutamente nada en el ropero y salir a correr el maratón con mi jersey de lana. Supongo que debo de ser uno de los primeros maratonianos con jersey de la historia, pero bueno, vaya yo caliente….

La salida de un maratón de 35.000 corredores es algo espectacular, grandioso. Tenía la sensación de estar viviendo algo grande, así que tuve que dar unos cuantos saltos y unos cuantos gritos antes de escuchar el pistoletazo de salida.

Antes de salir nos deseamos suerte, nos abrazamos todos y nos citamos 42 kms y 195 metros más allá…. unas cuatro horas mediante.

Salgo con Marcos, que no ha venido a correr pero ha decidido acompañarme 30 kms. Por suerte pudo burlar los controles de dorsales y meterse conmigo en el cajón de las 3:45.

Los primeros kilómetros sigo helado. Tengo frío. Hay muchos corredores pero los Campos Eliseos son anchos y se puede correr medianamente bien. A pesar de eso vamos despacio, sin forzar nada la máquina. “Hemos venido a disfrutar, ¿no? Pues eso”

Los primeros avituallamientos son una aglomeración de gente, cruces de unos y de otros…. y un tipo que se deja media cara en el pavés justo delante de mis ojos.

En el km.10 tenemos a “la afición” con bandera de España y pancarta incluidas. Nos paramos, les abrazamos, les besamos y yo les doy el jersey de lana (a estas alturas parecía que se me había pasado un poco el frío) y nos adentramos en el Bois de Vincennes.

Ya a estas alturas estaba empezando a notar un fuerte dolor en el empeine del pie derecho, en el lugar exacto donde me había puesto el chip. Raro, raro…. Así que aprovechando que en el km.16 me paré a regar las flores del bonito bosque parisino me quité la zapatilla y estuve mirando la forma de colocármela sin que me hiciera daño, pero nada oiga. Poco después me tuve que volver a parar, volver a quitarme la zapatilla… ¡¡y que no daba con la tecla!! :(

Saliendo del bosque estaban otra vez nuestros chicos/as dándonos ánimos a base de gritos. De nuevo un buen subidón.

Poco después estaba la media, que pasamos sin mayor dificultad en 1:56 muy enteros.

Desde aquí enfilamos de nuevo hacia la parte Este de la ciudad por la orilla del Sena. Esta es la parte de los túneles donde se me empieza a hacer ya el maratón un poco cuesta arriba. “Está claro que corriendo 30 kms a la semana no se pueden pedir milagros todas las veces”, voy pensando.

A la altura del km.28 me da un bajón de fuerzas espectacular. Es como si me hubieran quitado las pilas. De repente me entra un hambre atroz, empiezo a tener visiones de bollos de nata, de chocolatinas…. de bocadillos… solo puedo pensar en comer, algo que nunca jamás me había pasado.

Las piernas también se quejan ya de lo lindo. Este es el maratón que más dolores he tenido y a estas alturas ya se quejaban las dos rodillas, las plantas de los pies y el dolor del empeine del pie seguía ahí en todo momento (está claro que la cagué con la elección de las zapatillas y que mis Landreth no estaban para meterse un tercer maratón).

En el avituallamiento del 30, justo después de despedirme de Marquitos (que había finalizado ahí su tirada larga premapomera) me paro y me pongo a comer como si fuera el fin del mundo. Tres trozos de plátano, dos de naranja, dos higos, dos vasos de isotónico….

A esas alturas ya sabía que me iba a costar llegar a meta.

Hasta el km.35 me mantengo más o menos, aunque ya corriendo a ritmos muy pobres. Pero al pasar por Roland Garros no tengo ganas de sufrir y me paro a caminar. Desde aquí hasta el 39 lo haré ya en varias ocasiones.

Es justo en la pancarta del 39 cuando miro el crono y haciendo unos pequeños cálculos mentales encuentro una pequeña motivación para correr estos últimos 3 kms: “si hago 5:20min/km de aquí a meta bajo de 4 horas” pienso.

Y de repente me pongo a correr con ganas adelantando a mogollón de gente….. ¡¡madre mía lo importante que es la cabeza en un maratón!! Fue encontrar una motivación para sufrir un poquito y allí iba lanzado en busca del sub-4h

40…..41…42…. ya veo el arco de meta…. ¡¡¡Vamos coño, vamos!!!

Levanto los brazos, me siento de nuevo el hombre más feliz del mundo y paro el crono en 4:00:12. No lo he conseguido pero me siento igualmente feliz.

Las conclusiones son positivas. He corrido otro maratón. He disfrutado como había planeado, sin sufrir más de lo necesario.

Tampoco le puedo pedir peras al olmo. Si la media de las ocho semanas previas a Valencia fue de 38 kms/semana mi tabla excell dice que la media desde Valencia hasta París ha sido de 33 kms/semana (cifras ridículas si me comparo con la gente que entrena de verdad)

Estas dos carreras me han servido para ganar mucha confianza para próximos maratones. El año que viene espero poder entrenar de verdad como dios manda y preparar una carrera específicamente por primera vez. Entonces sabré de verdad lo que valgo (como dicen por ahí) en maratón. Mientras tanto a seguir disfrutando de estos pequeños/grandes logros.