domingo, 30 de septiembre de 2007

Parásitos Reales




Creo que en el siglo XXI los reyes y las princesas deberían de existir solamente en los libros de historia y en los cuentos infantiles.

Me cuesta mucho aceptar que un concepto tan medieval como los “derechos de cuna” siga vigente en mi país a estas alturas de la película en el que el progreso ha llegado ya a casi todos los ámbitos de la sociedad.

El feudalismo, el vasallaje, los derechos de pernada y demás desaparecieron de Europa en el siglo XIII, pero algunos de sus conceptos siguen presentes ocho siglos después en esta España nuestra.

Los españolitos de a pie madrugamos y trabajamos de sol a sol mientras los miembros de la familia real duermen, montan a caballo, van a fiestas, acuden al teatro, a los mejores partidos de fútbol, de baloncesto, de tenis...., juegos olímpicos..., regatean en sus veleros, van de caza, viajan por todo el mundo....

Y todo ello sin saber el significado de palabras tan cotidianas como “colas”, “atascos”, etc.... ¿Quién no ha tenido que detener en alguna ocasión su vehículo durante largo rato en medio de una autopista o carretera para permitir el paso de alguna comitiva real camino de algún espectáculo deportivo, fiestas con putas o vaya usted a saber?
¿Por qué no puedo llegar caminando tranquilamente al Bernabeu por el camino de siempre a ver a mi equipo de fútbol si el Rey se ha levantado con ganas de ver goles?
¿Cuánto dinero nos cuesta esas comitivas y despliegues de seguridad?

Resulta que cualquier joven español que aspire a independizarse y a comprarse una casa donde vivir dignamente sabe que necesitará endeudar los próximos 35 años de su vida. Y seguramente con ello apenas conseguirá un piso a las afueras de 60 metros cuadrados. El príncipe, que no ha trabajado cinco minutos en toda su vida, tiene su propio palacio valorado en varios millones de euros situado en una de las mejores zonas de Madrid.

Porque lo peor de todo es que no conocen el significado de la palabra “trabajar”. Mover la manita absurdamente de un lado a otro saludando a las masas no es trabajar.

¿No dicen que según la constitución todos los españoles somos iguales? ¿Por qué entonces yo pago un 30% de lo que gano al Estado y la familia real, lejos de pagar un duro en impuestos, recibe del Estado 14 millones de euros anuales?

Observo en la televisión muchas personas que saludan a estos tipos con grandes reverencias y genuflexiones, algo que interpreto como un signo de pleitesía, admiración y respeto. ¿Admiración y respeto de qué? ¿De lo bien que viven? ¿De tener el apellido que tienen? ¿De su capacidad de vivir como viven sin dar un palo al agua?

Me vais a perdonar, pero yo admiración y respeto siento por los grandes científicos, por los grandes artistas, por los grandes deportistas... y por muchas personas anónimas que han conseguido grandes cosas con su talento natural y su esfuerzo diario. Por esta gente no puedo más que sentir el desprecio que me produce su falta de vergüenza, su gandulería y su falta de valores. Si poseen algún talento lo desconozco. Lo esconden bien. Su falta de vergüenza se demuestra en su ostentación. Se puede vivir así de bien sin necesidad de hacer constante demostración pública de ello.

Solo espero poder ver algún día que en este país el de Jefe del Estado no sea un cargo que pase de padres a hijos. Y ojalá algún día se pueda criticar públicamente a esta gente sin que inmediatamente el aparato del estado te meta un paquete utilizando a la justicia para ello (algo que desgraciadamente tanto recuerda a viejos regímenes que algunos creen olvidados).

Y ojalá llegue el día en que nadie reciba el trato de “alteza real” ni chorradas por el estilo. Tener que dirigirse a una niña de dos años en estos términos y hacer reverencias ante ella me parece una nueva y gran demostración de hasta donde puede llegar la estupidez del ser humano.